Estos dispositivos no son árboles en el sentido tradicional, pero cumplen una función muy parecida: limpiar el aire y producir oxígeno.
En lugar de hojas y ramas, dentro tienen microalgas que viven en agua. Con ayuda del sol, las algas absorben dióxido de carbono (CO₂) y liberan oxígeno, igual que lo haría un árbol natural.
La ventaja es que ocupan muy poco espacio y se pueden instalar en zonas urbanas donde no hay terreno para plantar árboles. Según los expertos, un árbol líquido puede limpiar tanto aire como un árbol adulto mediano, pero sin esperar años a que crezca.
Su mantenimiento es sencillo: solo requieren agua (que no necesita ser potable), un poco de electricidad para bombear aire y renovar las microalgas cada cierto tiempo.
Con este tipo de proyectos, Nuevo León se une a las ciudades que buscan soluciones creativas para combatir la contaminación y mejorar la calidad del aire. Un recordatorio de que la innovación no siempre está en los laboratorios… a veces está a la vuelta de la esquina.
